Así lo confirmaron fuentes muy cercanas al ex presidente Néstor Kirchner, quien en las últimas horas se vio insultado por
un mensaje mafioso procedente de la Santa Sede, en el cual el Papa llamó a "reducir el escándalo de la pobreza y la inequidad social" en la Argentina.
Se cree que Néstor Kirchner, cada vez más acorralado por los fantasmas de la derrota, está analizando recurrir al viejo truco de la insensata declaración de guerra a algún estado u organización, para aglutinar a toda la población detrás de un desastre inminente y darle así un pomposo y gran
finale a su carrera política. Muchos kirchneristas duros se han mostrado “maravillados” por la iniciativa, pero especialmente por las sobrenaturales capacidades intelectuales del ex presidente, quien en 1982, mientras luchaba tenazmente contra la dictadura para convertirse en millonario, también dedicaba su tiempo libre a aprender trucos de historia y populismo, extrayéndolos de la realidad cotidiana de aquel entonces.
Además, afirman que Kirchner no piensa irse hasta no llenar una plaza con una masa que lo vitoree. “Ya no importan los medios para lograrlo: hay que darle [a Kirchner] una plaza llena de verdad y eso no se discute”, reveló la misma fuente.
Al parecer, hace ya algunas semanas que el núcleo duro del Gobierno viene analizando intensamente a quién declararle la guerra, para forzar de esta manera un amorío -breve, efímero y catastrófico- con el pueblo. Tras un primer análisis, donde se compararon las distintas fuerzas de cada uno de sus enemigos internos, el Gobierno tuvo que admitir que tanto Clarín, como el campo, la Iglesia, la oposición, el Congreso, el Senado y todas las personas que no votaron al oficialismo en junio, cuentan con demasiados efectivos, lo cual llevaría el conflicto a una guerra de desgaste que el Ejército argentino no puede ganar. Como es sabido, de todos los procesos de destrucción sistemática implementados por el Gobierno de los Kirchner en estos casi siete años, el del Ejército ha sido uno de los más efectivos.
Por esa razón, hasta ayer la hipótesis más realista que manejaban tanto el Gobierno como el Ejército, y la única por la cual se podía conseguir una victoria segura, era declararle la guerra al ex asesor de prensa de Diana Conti, quien
denunció a la diputada en 2005 por apropiarse indebidamente de una parte sustancial de su sueldo. En ese escenario, el Ejército argentino puede pelear la guerra, y además ganarla, aunque se cree que el despliegue militar necesario para librar una guerra contra un solo hombre desarmado podría no lograr el efecto esperado (llenar la plaza).
Acorralado sin salida como estaba, el Gobierno recibió con júbilo y alegría las duras palabras del Papa el día de ayer, ya que consideran que una eventual guerra entre el Ejército argentino y los 4 oficiales, 23 mandos intermedios, 70 alabarderos, 2 tamborileros y el capellán que componen la Guardia Suiza encargada de defender el Vaticano, podría, con un poco de suerte y viento a favor, terminar en un empate (pero esta vez, seguramente, con plaza llena).
La declaración formal de guerra estaría lista para la semana que viene. Sin embargo, el Gobierno, conjuntamente con el Estado Mayor, ya ha iniciado los preparativos para una posible invasión, la cual inicialmente iba a ser dirigida por el canciller Jorge Taiana, pero visto y considerando que perdió su reloj en su último viaje a Paraguay,
como quedó demostrado, Néstor Kirchner dirigirá la operación vía satélite desde Los Sauces, su hotel en El Calafate.
Se espera que todos aquellos que han cobrado Planes Trabajar a lo largo de estos años -sin otra contraprestación a cambio que seguir permaneciendo pobres, lo cual en la actual coyuntura no ha resultado muy difícil-, se unan a las Brigadas Populares (la
1er Brigada Popular "Redistribución" y la
2da Brigada Popular "Valor agregado"), que serán las columnas encargadas de penetrar en el Estado de la Ciudad del Vaticano por los flancos, punguear a los turistas y remover todos los picaportes de cobre y hierro que encuentren en su camino para enviarlos a la retaguardia, donde se fundirán como munición para los remanentes del ejército sanmartiniano (en este caso cañones), que intentarán abrir una brecha cañoneando la muralla de la Ciudad. Ambas columnas populares y sus efectivos (o al menos los que hayan sobrevivido a la mala puntería del cañoneo amigo), unirán sus vanguardias en la Basílica de San Pedro, partiendo en dos la ciudad en un movimiento envolvente de tenaza, mientras dos divisiones motorizadas a tracción a sangre del Ejército argentino intentarán penetrar por el norte y sur del Estado y unirse con las brigadas en la Basílica (una tercera división -la
División de Reserva "Tasas chinas"- comandada por Daniel Filmus, el aclamado Mariscal de la Derrota, permanecerá en las afueras de la Ciudad). Cuando las brigadas populares y las divisiones motorizadas a tracción a sangre se unan en el centro de la Ciudad, un cuadro técnico del ANSES será arrojado en paracaídas sobre el Vaticano para encargarse de inventariar sus bienes, organizar un saqueo legal y ordenado, licuar los bienes inventariados y enviar el efectivo a Buenos Aires como botín de guerra, que posiblemente ayudará a tapar algún hueco fiscal imprevisto, como así también algún hueco visible en la Plaza de Mayo, donde Kirchner planea, una vez que llegue el botín, anunciar la victoria.
Sin embargo, la invasión aerotransportada se llevará a cabo ni bien pueda solucionarse el actual conflicto gremial con el personal de Aerolíneas Argentinas, flamante empresa nacional que se ha transformado virtualmente en la nueva (y única) Fuerza Aérea Argentina, y cuyos pilotos -pero especialmente sus cuadros burocráticos- se niegan a participar en la aventura bélica hasta que no se firme el convenio colectivo con el Ministerio de Trabajo, y por el cual reclaman un 22% de aumento salarial.
Según un último sondeo, los argentinos dicen sentirse “indiferentes” ante la posibilidad de una guerra con el Vaticano. En cambio, muchos de los encuestados afirmaron sentirse muy preocupados por las declaraciones de Néstor Kirchner el día de ayer, quien dijo que la pobreza
“se encuentra en el 20, 22 ó 23%”. Muchos argentinos temen encontrarse en ese agujero negro del 3%, aproximadamente unas 120.000 personas, que no saben si han dejado instantáneamente de ser pobres, o, por el contrario, si han pasado a serlo con la misma irresponsable celeridad que aquéllos.