Ricardo Caram –ahijado de confirmación del influyente radical Cristian Caram- se mostró contrario al proyecto. Argumentó que al declarar nulo el decreto, la Ciudad dejaría de existir, y por ende desaparecerían 3 millones de personas. Eso no sólo derivaría en un genocidio sin precedentes sino que “nos perseguirían hasta llevarnos a La Haya”, reconoció Caram.
El bloque de Luis Zamora desestimó los dichos de Caram y llamó a “no asustar a la población con pavadas”, aunque reconoció que si las predicciones de Caram son ciertas, lo que les preocupa es “dejar de vivir de la política”.
Sin embargo, el tema trascendió los límites del honorable recinto y núcleo en las afueras de la Legislatura a numerosos vendedores ambulantes, los cuales se quejaron de haber invertido una buena cantidad de dinero en productos y cachivaches con la palabra “Buenos Aires”. Con un sorprendente conocimiento de las tácticas militares del medioevo, los manifestantes eligieron un transeúnte al azar y lo utilizaron como ariete para abrir las puertas del recinto.
A raíz del paro equino general, la policía montada arribó al lugar en bicicleta cuando los manifestantes intentaban abrir las puertas con el octavo ariete humano. La policía logró finalmente dispersar a la multitud: un sector fue a tirar abajo la Pirámide de Mayo y otro grupo menor fue a destruir el Museo de la Shoá.
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